miércoles, 29 de febrero de 2012

Camelia Blossom, capítulo 1.

No existe el destino, y nuestro destino es estar juntos. Eso es lo único que sé.

Me desperté pensando en ella, como cualquier otra mañana, y me quedé tumbado en mi cama, mirando al techo con la mirada perdida. Un grito de mi madre me devolvió a la realidad.

-¡Aki! ¡Mitsuharu Aki, despierta ahora mismo, vas a llegar tarde a clase!

Miré la hora en mi teléfono móvil. Había estado ni más ni menos que 15 minutos, sobre la cama, mirando hacia el techo con la mirada perdida, cual cuerpo sin vida. Tenía media hora para prepararme y llegar a clase, así que me levanté rápidamente a vestirme y a meter los libros necesarios en mi mochila. Pasados 20 minutos (Sí, ¿qué pasa? No me gusta hacer las cosas apresuradamente...) me estaba poniendo la chaqueta y me disponía a dirigirme al instituto.
Una vez fuera me limité a hacer lo de todos los días, cogí mi móvil, activé el reproductor de música y me puse los auriculares en las orejas. Es algo que solía hacer, me siento incómodo caminando por la calle sin escuchar música, necesito algo para distraerme, si no me pongo nervioso. Es como... Si me sintiera... Observado. Y entonces me pongo nervioso y me preocupo por cosas como qué cara estaré poniendo en ese momento, si se me verá nervioso, si camino de una forma extraña o millones de estupideces más. Cuando voy solo, la gente me suele hacer sentir incómodo. Todo es muy aburrido por Suita, digamos que la gente es estrictamente conservadora y consideran cualquier detalle fuera de lo normal. Vale, es verdad que no tengo un aspecto ordinario, pero la gente sigue sin darse cuenta de que los que realmente hacen daño al mundo son los señores vestidos con corbata y traje, no los que visten con chaquetas de cuero o vaqueros ajustados. ¿Tan difícil es de comprender que somos normales, como cualquier otra persona? La sociedad apesta.
Seguía sin poder dejar de pensar en ella, como de costumbre. Ella, Kimura Rin, amiga de la infancia y de la que he estado enamorado toda la vida. De hecho, opino que es la mujer de mi vida. Simplemente no puedo imaginarme un futuro al lado de cualquier otra persona que no sea ella... No quiero estar con otra persona que no sea ella, preferiría estar soltero toda la vida y pudrirme en una casa llena de gatos. En realidad no suena tan mal...

Cuando quise darme cuenta, ya estaba casi en el instituto, y allí estaba Sato Eizo, como siempre.

-Buenos días. -Le saludé-
-¿Eh? Ah, sí, hola.
-¿No deberías de haberte despertado ya? -Sonreí-
-Calla, imbécil.
-Sí, yo también te quiero...

Así eran nuestras conversaciones normalmente, absolutamente nada tenía lógica. De hecho, ¿qué es la lógica?

-Oye, Aki, ¿a qué se debe esa cara tan larga?
-Ah... No, nada, lo de siempre.

Ese "Nada, lo de siempre" solía significar algo como "Cualquier cosa relacionada con ella", así que no insistió, al fin y al cabo le importa una mierda.
Llegamos a clase, nos sentamos en nuestros pupitres y entonces entró el profesor Genda.

-Buenos días, alumnos. Por favor, un poco de órden. Hoy estudiaremos...

Ni siquiera escuché lo que íbamos a dar ese día, simplemente no tenía ganas de otra cosa que no fuera abrazarla. No estaba interesado en nada más. Sin más, como de costumbre, me quedé con la mirada perdida en cualquier sitio pensando en ella, en sus ojos, en su sonrisa y en por qué fui tan estúpido... Y así me mantuve durante un buen rato.

-Tierra llamando a Mitsuharu. Tierra llamando a Mitsuharu Aki. -Bromeó Eizo.
-Calla, gilipollas, ¿no ves que estaba pensando?
-Ah, sí, lo siento, no debí de haber interrumpido tu viaje con Rin por el reino de la fantasía donde todo es dulce y no importa otra cosa que hacer el amor y la paz -Dijo Eizo con todo burlesco.
-Eh, eh, ¿qué dices? Ni que fuera una especie de hippie que se droga y tiene "viajes astrales". Sabes que no soy precisamente la personificación de la alegr...
-Por favor, señores Mitsuharu y Sato, ¿serían tan amables de cerrar la boca? Están empezando a impacientarme.
-Sí, lo siento... -Dijimos al unísono-

Y así, sin más, pasaron las horas hasta la hora de almorzar.
No tenía mucho apetito, así que sólo comí un poco del bento y un par de onigiris que mi madre me había preparado.

-Increíble, el señor "comelotodo" dejándose comida en el plato. Corre, ¡sacad una foto a esto!
-¿Quieres bajar la voz? Todo el mundo nos mira y eso me hace sentir incómodo. Y creeme que hoy no estoy para tonterías.
-¿Otra vez pensando en gilipolleces? De verdad que no sé cómo te puedes preocupar por eso. Si acabaréis estando juntos, como siempre ha sido. Me parece una estupidez darle tantas vueltas.
-¿Sí? ¿Y tú cómo sabes eso? ¿Es que eres una especie de vidente? Además, no es eso lo único que me preocupa, simplemente hay veces que la gente comete errores, y se arrepiente. Pero claro, no creo que la edad mental de don "lohagotodobien ysoyunmachote" alcance para tanto. Deberías de madurar un poco, ¿sabes?
-Oh dios mío, cuidado señores, tenemos un malote entre nosotros.
-Das pena, tío. Acaba ya de comer y vayámonos.
-¡A su órden, general!

Cuando Eizo acabó de comer fuimos bajo un árbol al que acostumbrábamos a ir desde que nos conocimos el primer día  que los dos cursábamos secundaria. Una vez más, cerré los ojos y dejé a mi mente hacer su trabajo. Realmente tenía ganas de volver a casa y hablar con ella, la echaba terriblemente de menos, como a diario suele pasar.

-Eh, tú, que te estás quedando dormido.
-¿Qué dices? ¡Sólo estaba pensando!

Tenía razón, casi me quedé dormido allí en medio. Se estaba tan cómodo, apoyado en el árbol con la brisa que nos aportaba su sombra...

A última hora tuvimos clase de Filosofía. Como había hecho en todas las demás clases, no presté demasiada atención y me limité a seguir en mi mundo, pensando. Esta vez me puse a darle vueltas a lo que Eizo había dicho a la hora del almuerzo. "Acabaréis estando juntos, como siempre ha sido." Sinceramente, yo también lo creía así.
Una extraña leyenda japonesa dice que todos vivimos con un hilo rojo atado a nosotros por un extremo, y la persona atada al otro extremo de ese hilo será con la que pasarás el resto de tu vida y de la que nunca te podrás separar, ni siquiera aunque así lo quieras. Sentía que eso nos describía a la perfección. Rin y yo hemos sido mejores amigos desde que tengo uso de razón. De hecho, somos casi como hermanos. Completamente inseparables. No hay nada que nos pueda separar, como mucho nos podría distanciar mínimamente, pero nunca separar. Básicamente porque no queremos separarnos. O eso creo.

El sonido del timbre me devolvió a la realidad una vez más. Eizo y yo salimos rápidamente y nos dirigimos hacia nuestras respectivas casas. A mitad de camino nos separamos y yo, como es normal en mí, me puse a escuchar música por mi manía de caminar por la calle sin ninguna distracción.
Llegué a casa, comí (Estaba hambriento, al fin y al cabo no había comido mucho por la mañana) y sin más me dirigí a mi habitación y enchufé el ordenador para descubrir que ella, Kimura Rin, estaba conectada. Ese pequeño pilotito verde al lado de su nombre, cosa que indica que está en línea, es posiblemente lo que alegra mi día a día. Rin me saludó con la energía a la que siempre me ha tenido acostumbrado:

-Onii-chaaaaaaaan! >ww<  <333 ¿Qué tal ha ido el día, honey?

Adoraba que me llamase así. Honey... No sé, me parecía una forma dulce y curiosa  de llamarme, a la par que redundante. Honey, ¿yo? Debería de llamarme Wasabi, o algo así. La verdad es que es absolutamente adorable, se mire como se mire, aunque ella se suela  empeñar en decir lo contrario...

Y así fue lo que quedaba de día, se desconectó, la esperé escuchando música, volvió a ponerse en línea, se fue, nos deseamos las buenas noches y al rato volví a la cama con dos cosas en la cabeza:

Lo enormemente arrepentido que estaba por haber hecho daño a la persona que más he querido y querré nunca y que en dos días la vería, algo que necesitaba enormemente en esos momentos.

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