jueves, 1 de marzo de 2012

Camelia Blossom, capítulo 2.

El Viernes llegó relativamente rápido. Todo lo rápido que puede ir el tiempo cuando estás asquerosamente incómodo en un lugar y desearías estar en otro. Pero no me quejaré, eso no va a arreglar nada al fin y al cabo. Las clases pasaron también relativamente rápidas como siempre, en las pocas que atendí estudiamos La Batalla de Termópilas, cómo conjugar verbos, la vida y obra de Platón... Nada demasiado fuera de lo normal.
Ese día Eizo estuvo especialmente... Eizo.

-¿Qué? Ya es viernes, estarás contento, vas a ver a tu "algodoncito de azúcar", pichón. -Dijo entre risas.
-¿Quieres cerrar la boca? De verdad que cada día eres más estúpido...
-Oh, venga, pero si te has sonrojado.
-¿Y quién no, con tal retrasado mental al lado?
-Deberías de tragarte el orgullo, sabes que si yo me voy, no tendrás a nadie.
-Pardon? ¿Y tú sí?
-Eso son pequeños detalles sin importancia...
-Sabes que sin mí no eres nada aquí, esto sería como una jungla.
-Eres un egocéntrico de mierda... Pero sí, tienes razón.
-¿Ves? Yo siempre gano.

Y así durante toda la mañana. Recordándome que era Viernes, que la vería, la abrazaría y recordándome las ganas que tenía de salir de esa especie de cárcel que me parecía en ese momento la escuela.

La mañana terminó y Eizo y yo, como a diario, nos dirigimos a nuestras respectivas casas charlando el breve tramo en el que nos pillaba a ambos de paso.

-Entonces, ¿no piensas decirle nada? Me parece una estupidez.
-No... Quiero decir, no creo que sea necesario decirle nada. Nos conocemos desde que estábamos en la cuna, sólo con mirarme lo entenderá perféctamente todo.
-Di lo que quieras, sigue sonándome estúpido.
-A-Además... ¿Te recuerdo que ella está con Matsumoru? Aparte yo ya le he hecho demasiado daño, como para encima, cuando trata de levantar un poco la cabeza, volver a meter el dedo en la yaga...
-Eh, Aki, si vas a ponerte victimista, preferiría que cerrases el pico. Al fin y al cabo Matsumoru no vive en Suita, sabes que tienes las de ganar.
-Me parece un razonamiento completamente ridículo.
-Ambos conocemos a Kimura, sabemos cómo va a acabar esto.
-No, perdona, yo la conozco, tú como mucho la intuirás. Y no, no sabemos absolutamente nada, así que no pienso dar nada por sentado.
-En fin, di lo que quieras, si prefieres quedarte en tu caparazón como una tortuguita asustada, yo no voy a esforzarme en ayudarte. Me voy a casa.

En realidad, cuando le decía a Eizo que no sabía como acabaría esto, mentía. En el fondo sentía que tanto ella como yo sabíamos cómo iba a acabar todo esto... La leyenda del hilo rojo no podía estar equivocada.

Finalmente, la tarde llegó. Corrí a vestirme, ponerme mis zapatillas a lo All-Stars y a plancharme el pelo. Cogí las llaves y me puse en marcha. 15 minutos después llegué al parque donde solíamos reunirnos Rin, yo y nuestros amigos. Y allí estaba ella. Automáticamente una sonrisa se dibujó en mi rostro, como es habitual siempre que ella está cerca y en cuanto se dio la vuelta y me vio corrió hacia mí a abrazarme. Fue un detalle que me encantó y que de verdad agradecí.

-V-Vaya, menudo recibimiento. -Sonreí.
-No, si encima te quejarás... Nii-chan, baka...
-¡N-No, no, no me quejo, justo al contrario!
-Ya, sí, seguro -Dijo tratando de soltarse, pero no podía porque yo la agarraba con fuerza, y al fin y al cabo, ella tampoco deseaba que la dejase de abrazar.
-Oye, oye, no te vayas, ¿me haces esperar toda una semana para ahora irte? ¡Luego soy yo el mal hermano!
-Mnye... Calla. -Y volvió a la posición de antes.

La verdad es que abrazarla es posiblemente lo que más me gusta en el mundo. Vale, está bien, también admiro el arte, pero no estamos hablando de eso... Simplemente siento que podría estar así toda mi vida, sin cansarme, y me pregunto qué pensará ella, si podría estar así toda su vida, como yo, y si se siente protegida cuando está entre mis brazos...

Al cabo de unos cinco minutos fui a saludar a todos los demás.

-Oye, Aki, tú y yo tenemos que hablar. -Me dijo Azuma Midori.
-¿Eh? S-Sí, claro, ahora mismo si quieres.
-Bien.

Nos retiramos a un lado para que nadie husmeara en la conversación y entonces, sin más, me preguntó:

-Oye, a ti te sigue gustando Rin, ¿verdad?
-Por supuesto, me encanta, ¿acaso alguna vez dejó de hacerlo? Me parece una respuesta un tanto estúpida incluso.
-Pues sí, porque la miras con unos ojitos...
-¿Eh? ¿Yo hago eso? Mientes.
-No, no miento, la miras como si fuera... Qué se yo, una obra de arte, a la altura de la Giocconda o algo así. Aparte, ¿y esa sonrisa que tienes siempre que está contigo? Parece que se te vaya a salir de la cara, tío. De todos modos, no entiendo entonces por qué actuaste como lo hiciste.
-Yo lo entiendo menos, créeme.

"Una obra de arte a la altura de la Giocconda", ¿eh? Ya, claro, ya le gustaría a Da Vinci...

Una vez resuelta su más que evidente duda, volvimos de nuevo con los demás. Rin estaba allí, de espaldas, así que la cogí por el vientre y arrastré de ella para hacerla que se sentase entre mis piernas. La abracé y ella me agarró las manos. En ese momento, sentía que no podía ser más feliz. Como acostumbra a decir ella, estaba Nyappy, aunque me cueste admitirlo, ya que yo soy casi como el anticristo con esa palabra.

-¿Contento?
-No sabes cuanto.
-Oh, la seriedad personificada está contento.
-¿Sabes qué? Te odio.
-Y yo, "no sabes cuanto..."

Así eran nuestras conversaciones habituales. Al igual que con Eizo, la lógica no corría por nuestras venas. Podíamos estar allí, abrazados, y diciéndonos que nos odiamos. Al fin y al cabo somos como hermanos, y eso son cosas de hermanos. O eso me han dicho.

-Oye, ¿te parece si vamos a dar una vuelta y compramos algo de beber?
-¿Huh? Ah, por mí vale, aprovecha ahora que nadie me reclama...
-Bien, vamos pues.
-Pero no me hagas nada feo, ¿eh? No soy más que una chica indefensa -Dijo dramatizando a modo de burla.
-¿Quieres callarte? Ni que fuese un violador o algo así. Además, eso de que "no eres más que una chica indefensa" no te lo crees ni tú, aún me duele la última patada que me diste...
-¡Te la merecías, por bocazas!
-Metro-y-medio -Dije para molestarla- Vale, vale, lo siento, no me pegues.
-Eso me gusta más. Aparte, algún día mediré 2 metros, y te superaré, y tendrás que suplicar clemencia. WAHAHAHA.
-Sí, ya, ánimo...
-¿Insinúas algo? Maldito perro.

Llegamos a una máquina expendedora y cogimos un refresco energético cada uno. Después, nos sentamos en un banco cercano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario